En el marco del Jubileo de los seminaristas, el Papa León XIV recibió este martes a más de 4.000 jóvenes en formación sacerdotal y a sus formadores en la Basílica de San Pedro, donde les ofreció una profunda meditación centrada en el Sagrado Corazón de Jesús. En un contexto global marcado por el conflicto y el individualismo, el pontífice exhortó a los futuros presbíteros a aprender a amar con el corazón de Cristo: “un corazón manso y humilde”.
Durante su intervención, el Santo Padre los invitó a hacer del seminario “una verdadera escuela de sentimientos”, y los llamó a testimoniar la gratuidad y misericordia de Jesús. “Están llamados a practicar un estilo de acogida, de cercanía, de servicio generoso y desinteresado, dejando que el Espíritu Santo unja su humanidad incluso antes de la ordenación”, afirmó.
Formación centrada en el corazón
El Papa León XIV insistió en la necesidad de una formación integral que coloque el corazón en el centro del camino vocacional. “Formarse es aprender a amar como Jesús amó, y eso requiere una vida interior sólida”, expresó. En ese sentido, subrayó que la oración es el “camino privilegiado” hacia la interioridad, ya que permite reconocer los sentimientos más profundos y discernir el rumbo de la propia vida.
Asimismo, alentó a los seminaristas a invocar frecuentemente al Espíritu Santo para que forme en ellos un corazón dócil, capaz de percibir a Dios en lo cotidiano: “en la naturaleza, el arte, la literatura, la música y la ciencia”.
Escuchar el grito de los pequeños
El Papa también los llamó a cultivar la escucha, al estilo de Jesús. “Escuchen el grito, muchas veces silencioso, de los pobres, los oprimidos, y de tantos jóvenes que buscan sentido a su vida”, dijo. Y agregó que, como la Virgen María, deben aprender a meditar y custodiar los acontecimientos personales para desarrollar “el arte del discernimiento”.
“No se conformen con menos”
En el tramo final de su mensaje, León XIV los animó a crecer en madurez humana, adoptando los sentimientos de Cristo y rechazando toda hipocresía. “No se conformen con menos, no sean receptores pasivos. Apasionen sus corazones por la vida sacerdotal, vivan con intensidad el presente y miren el futuro con corazón profético”, expresó con firmeza.
Antes de concluir, el pontífice guio a los presentes en la proclamación del Credo de Nicea, y los animó a profundizar su relación personal con Cristo. “Pídanle que haga sus corazones semejantes al suyo, que late de amor por cada uno de ustedes y por toda la humanidad”, cerró.