Bajo un cielo primaveral y ante una multitud estimada en “decenas de miles” de fieles reunidos en la plaza de San Pedro, el Papa León XIV presidió esta mañana la solemne Misa de Pentecostés, que clausuró el Jubileo de los Movimientos, Asociaciones y Nuevas Comunidades. Se trata de la primera celebración de Pentecostés del pontífice electo el pasado 8 de mayo, apenas un mes después de la muerte de Francisco. Durante su homilía, el Santo Padre delineó un programa de acción para la Iglesia: dejar que el Espíritu Santo “abra las fronteras” —dentro de cada persona, en las relaciones interpersonales y entre los pueblos— y derribe los muros que levantan los nuevos nacionalismos.
Un viento impetuoso en la Plaza de San Pedro
León XIV abrió su predicación citando a san Agustín y la narración de los Hechos de los Apóstoles: “Hoy se reaviva lo que sucedió en el cenáculo; desciende sobre nosotros el don del Espíritu como un viento impetuoso…”, proclamó, describiendo cómo el mismo Soplo “rompe cadenas interiores” y transforma el miedo en misión.
“El Espíritu abre fronteras”
Inspirado en una imagen de Benedicto XVI, el Papa desarrolló la triple dinámica del Espíritu:
Interior: disuelve “las durezas y cerrazones” de quienes viven atrapados en el individualismo digital, “conectados pero desconectados”.
Relacional: cura prejuicios y violencias —citó con dolor los recientes casos de feminicidio en Italia— y siembra los frutos de la fraternidad.
Global: convierte la diversidad en “patrimonio común” y exige a la Iglesia ser “espacio acogedor y hospitalario para todos”
Denuncia de los muros nacionalistas
En la parte más contundente de la homilía, León XIV advirtió que “donde hay nacionalismos políticos, resurgen lógicas de exclusión”, un fenómeno que —subrayó— contradice el mandamiento del amor. “Pidamos al Espíritu que abra las fronteras, abata los muros y disuelva el odio”, exhortó, en línea con las posiciones críticas que ha expresado desde su elección.