Asomado por primera vez desde su elección como Sucesor de Pedro, desde la ventana del Palacio Apostólico, el Papa León XIV compartió su meditación sobre el Evangelio del día, que narra la emotiva despedida de Jesús de sus discípulos antes de su Pasión, y la promesa consoladora del don del Espíritu Santo.
El Papa recordó que, aunque a veces nos sentimos insuficientes en el camino de la vida y de la fe, debemos confiar en la misericordia del Señor, quien nos ha donado el Espíritu Santo para guiarnos y enseñarnos todo. Este don nos permite experimentar la presencia y cercanía de Dios, convirtiéndonos en su morada.
«Si permanecemos en su amor, en efecto, Él mismo hace morada en nosotros, nuestra vida se convierte en templo de Dios y ese amor nos ilumina, va entrando en nuestra forma de pensar y en nuestras decisiones, hasta alcanzar también a los demás e iluminar todos los ámbitos de nuestra existencia», expresó el Pontífice.
León XIV enfatizó que el Señor no se avergüenza de nuestra humanidad; al contrario, habita en nosotros, acompañándonos con su Espíritu, iluminándonos y convirtiéndonos en instrumentos de su amor para los demás, para la sociedad y para el mundo.
Sobre esta base, el Papa invitó a caminar «en la alegría de la fe, para ser templo santo del Señor», comprometiéndonos a llevar su amor a todas partes, recordando que cada hermana y cada hermano es morada de Dios, y que su presencia se revela especialmente en los pequeños, en los pobres y en quienes sufren, pidiéndonos ser cristianos atentos y compasivos.
Finalmente, el Santo Padre encomendó a todos a la intercesión de María Santísima, quien, por obra del Espíritu, se convirtió en la «Morada consagrada a Dios». Junto con ella, también nosotros podemos experimentar la alegría de acoger al Señor y ser signo e instrumento de su amor.
Este mensaje del Papa León XIV resalta la importancia de vivir la fe con alegría y compromiso, siendo conscientes de la presencia de Dios en nosotros y en los demás, especialmente en los más necesitados.