Hace una década, el 24 de mayo de 2015, el papa Francisco firmó una de las encíclicas más significativas de su pontificado: Laudato Si’, sobre el cuidado de la casa común. Inspirada en el cántico de San Francisco de Asís, esta carta encíclica no sólo se dirigió a los católicos, sino a “todos los hombres y mujeres de buena voluntad”, marcando un hito en la doctrina social de la Iglesia y abriendo un debate profundo sobre la ecología, el modelo económico y el futuro del planeta.
Un mensaje profético y urgente
Desde su inicio, Laudato Si’ plantea un tono claro y directo: “La tierra, nuestra casa, parece convertirse cada vez más en un inmenso depósito de porquería” (LS 21). El Papa denuncia con fuerza la cultura del descarte, la degradación ambiental, la explotación de los recursos naturales y la indiferencia ante los más pobres y vulnerables, que son quienes más sufren las consecuencias del cambio climático.
El texto se estructura en seis capítulos donde se analizan temas como la crisis ecológica, la mirada bíblica sobre la creación, la raíz humana del deterioro ambiental, la ecología integral, algunas líneas de orientación y acción, y la educación ecológica.
Claves de la encíclica
Uno de los conceptos más novedosos introducidos por Francisco es el de ecología integral. Se trata de un enfoque que reconoce la interconexión entre el ser humano y el ambiente, entre la justicia social y el cuidado del planeta. “No hay dos crisis separadas, una ambiental y otra social, sino una sola y compleja crisis socioambiental” (LS 139). Por ello, propone soluciones que incluyan el respeto por la vida humana, la dignidad del trabajo, la solidaridad intergeneracional y el bien común.
Francisco también llama a una conversión ecológica: “Necesitamos una solidaridad universal nueva” (LS 14), que rompa con la lógica del consumo desmedido y promueva un estilo de vida sobrio, contemplativo, capaz de valorar lo pequeño y lo bello.
Impacto global
En estos diez años, Laudato Si’ ha influido en ámbitos más allá de lo eclesial. Fue citada en cumbres climáticas internacionales, inspiró movimientos juveniles como el Laudato Si’ Movement, y motivó cambios en universidades, parroquias y diócesis que han desarrollado planes pastorales ecológicos. Líderes de otras religiones y figuras del ámbito científico, político y social han reconocido el valor ético de la encíclica como motor para el cambio.
El Papa no se quedó solo en el documento: en 2020 lanzó la Plataforma de Acción Laudato Si’, un camino para que familias, comunidades y organizaciones implementen los valores de la encíclica. Y en 2023, en continuidad con ella, publicó Laudate Deum, un fuerte llamado a actuar urgentemente ante la crisis climática que se agrava.
Desafíos y deudas
A pesar de los avances, el impacto estructural de Laudato Si’ sigue siendo limitado. La economía mundial continúa basada en el extractivismo, las emisiones de carbono aumentan, y los compromisos internacionales son insuficientes. El Papa lo reconoce: “Las declaraciones que hacemos hoy no serán suficientes si no se traducen en decisiones y acciones concretas” (Laudate Deum, 61).
En el contexto argentino, donde la crisis social y económica ocupa la agenda diaria, el mensaje de Laudato Si’ interpela con fuerza a cuidar el ambiente desde la justicia: defender los ríos, el monte, la biodiversidad, pero también garantizar agua potable, hábitat digno, alimentación y trabajo para todos.
Laudato Si’ no es una moda ni un documento más. Es una carta profética que nos recuerda que “todo está conectado” (LS 91) y que el destino de la humanidad está ligado al de la Tierra. A diez años de su publicación, su llamado es aún más urgente: escuchar el grito de la Tierra y el grito de los pobres, para caminar hacia un futuro más justo, solidario y habitable para todos.