Este jueves por la mañana se celebró la Misa Crismal en el polideportivo del Instituto Canossiano de la Parroquia Cristo Redentor, en Jardín América, Misiones. La celebración fue presidida por el obispo de la diócesis de Posadas, monseñor Juan Rubén Martínez, y transmitida por Radio Tupa Mbae. Participaron numerosos sacerdotes, seminaristas, religiosas y fieles de distintas comunidades, en un clima de profunda fe y comunión.
En su homilía, Mons. Martínez resaltó la importancia de la Misa Crismal, llamó a los sacerdotes a renovar su vocación desde la entrega y el amor, y advirtió sobre el riesgo del activismo vacío. Invitó a vivir el sacerdocio con fidelidad y a reencontrarse con el verdadero sentido del llamado, especialmente en este tiempo jubilar.
Para comenzar, el obispo destacó la centralidad de esta celebración dentro del calendario litúrgico. “Con mucha alegría estamos celebrando esta Eucaristía; la llamamos la Misa Crismal y hoy a la noche celebraremos la última cena, la cena del Señor. Misa en la que celebramos la institución de la Eucaristía, la institución del ministerio sacerdotal. Es la noche de la caridad. Iniciamos el Triduo Pascual”, expresó.
Asimismo, explicó el sentido profundo de esta misa, en la que se bendicen los óleos y se renuevan las promesas sacerdotales: “La Iglesia prevé que previamente celebremos esta misa donde hacemos la bendición de los óleos, del santo crisma —por eso el nombre de la Misa Crismal—, el óleo de los enfermos y de los catecúmenos. También realizamos la renovación de nuestras promesas sacerdotales porque celebramos la institución de la Eucaristía y del sacerdocio ministerial”.
Un pueblo reunido en torno a su vocación
En tono reflexivo, Martínez subrayó que esta misa tiene un carácter especial por la presencia del pueblo de Dios: “Esta misa, por lo menos en mi experiencia, pero creo que en la de todos, es una misa especial. Es una misa donde se hace patente el pueblo de Dios. Estamos todos: los laicos representados, de hecho vienen muchos de distintas comunidades trayendo los óleos para ser bendecidos; los sacerdotes que renuevan su compromiso sacerdotal, los diáconos, la vida consagrada, las religiosas, nuestros seminaristas. Estamos juntos agradeciendo, pidiendo, y la verdad que esto nos hace vivir un momento donde se hace patente esta figura clave que es ser pueblo de Dios”.
Recordó que la Iglesia, entre los diversos modos de definirse, eligió llamarse “pueblo de Dios”: “La Iglesia buscó no tener una definición cerrada de lo que es. Quiso recurrir a este nombre matriz: la Iglesia es pueblo de Dios. Por eso el Concilio plantea esto: somos pueblo de Dios”.
Dirigiéndose especialmente a los sacerdotes, los invitó a renovar las motivaciones profundas del ministerio: “Estamos de festejo de alguna manera porque celebramos hoy la institución del sacerdocio ministerial, en la última cena. Y plantear el caracú de lo que estamos celebrando en este misterio pascual para que nosotros también, todos en realidad, internalicemos lo que estamos celebrando”.
La donación de Jesús como modelo
Reflexionando sobre el misterio de la Encarnación, el obispo afirmó: “Dios, que es Dios, el que hizo todo, no es meramente un Dios abstracto que nos creó y nos dejó ahí, sino que es un Dios cercano que nos ama; Dios es amor y quiso hacerse uno de nosotros. Nos sorprende en la pequeñez de haber nacido en un lugar donde no había espacio para Él en Belén. No nació en Roma, no nació en Jerusalén, capital del pueblo judío: nació en un costado”.
También llamó a acompañar a Jesús en los días santos: “En esta noche, en la última cena, se encuentra con los apóstoles a celebrar la Eucaristía, celebrando sacramentalmente lo que mañana será el misterio pascual. Es sorprendente que Dios nos demuestre así, desde la pequeñez, haciéndose uno de nosotros, pero maltratado porque no llenaba las expectativas de los poderosos de su tiempo”.
Martínez citó incluso testimonios de su tiempo (37 d.C.): “Dos relatores no cristianos, uno de ellos Flavio Josefo, lo señalaban como sedicioso, alguien que subvertía algunos valores de la época. No respetaba el sábado supuestamente, porque entendían lo religioso atándose a una ley que oscurecía la comprensión de Dios. Y Jesús iba expresando el amor y la misericordia en lo que decía, enseñaba, en sus gestos”.
Deteniéndose en el Domingo de Ramos y la institución de la Eucaristía, expresó: “Jesús subió a Jerusalén. En esa Pascua ya no iba a haber chivos expiatorios, sino que iba a ofrecer su propio cuerpo por amor para redimirnos. Y por eso sacramentalmente celebró su donación en la Eucaristía, en esa única Eucaristía, en ese único sacerdocio, el de Él”.
Y agregó: “Celebramos el sacerdocio, la mediación de Jesucristo, la donación en el amor. Por eso decimos: el sacerdocio ministerial se liga a la caridad pastoral desde la Eucaristía, porque la Eucaristía expresa la donación en el amor. Y fuimos llamados para celebrar esto”.
Renovar el sentido del llamado
Más adelante, el obispo abordó las dificultades que atraviesan los sacerdotes a lo largo de su vida: “Somos sacerdotes para siempre porque el sacerdocio imprime carácter, pero a la vez sabemos que toda nuestra vida requiere que renovemos lo que somos. Estás llamado para donar tu vida, y cuando donamos la vida en esta motivación profunda del llamado y la respuesta, es ahí donde encontramos las motivaciones para nuestra cotidianidad”.
Advirtió que el éxito pastoral no debe ser la meta: “No estamos llamados al triunfo ni al éxito pastoral, porque en realidad lo que celebramos fue un fracaso. Tantas expectativas: los apóstoles escondidos, tenían miedo, lo negaban. Y sin embargo, ahí donde murió, resucitó. Ahí está la vida y nuestra esperanza”.
También hizo una fuerte crítica al riesgo del activismo pastoral vacío de sentido espiritual: “Cuando nos vamos desviando del caracú de lo que somos, podemos transformar nuestra actividad pastoral en activismo. Sobre todo al inicio, cuando queremos hacer mucho y nos sentimos protagonistas, perdiendo conciencia de nuestra mera instrumentalidad. Y cuando el activismo es activismo, después puede transformarse en rutina. Y desde la rutina pasamos a la indiferencia. Como que las cosas no importan”.
Y fue claro: “Esto no puede pasar en un cristiano, en un bautizado, y menos aún en nosotros, los sacerdotes. Un rasgo siempre tendrá que ser la compasión, como la de Jesús: porque estaban como ovejas sin pastor”.
En relación al Año Jubilar que transita la Iglesia, Martínez subrayó que este Jueves Santo tiene un carácter especial: “Hoy es un día jubilar. Y acá en el Evangelio de hoy tenemos un texto jubilar: El Espíritu del Señor está sobre mí porque me ha consagrado por la unción… a proclamar un año de gracia del Señor. Ojalá que en este contexto jubilar, en este tiempo de misericordia, nosotros, el pueblo de Dios y nosotros los sacerdotes, podamos volver al caracú de saber que si no estamos para donar nuestras vidas, seremos infelices”.
Finalmente, concluyó su mensaje con una invitación a la identificación con Cristo: “Pidamos en esta mañana que cuando renovemos nuestro compromiso, ustedes, yo, podamos de alguna manera volver a querer identificarnos a este Jesús que se hizo pobre, que donó su vida aun cuando era inocente porque amó para redimirnos. Y entonces podamos también, resucitar”.