Isabella Orellana: Identidad laical


Te cuento esta historia que he decidido titular “Identidad laical”

Lo primero que haré, a modo introductorio, será definir el concepto de laico: A la luz del Catecismo de la Iglesia Católica y del Concilio Vaticano ll, entendemos por laicos a todos los cristianos, excepto los miembros del orden sagrado y del estado religioso. Son, entonces, el grupo de cristianos incorporados a Cristo por el bautismo, que hacen vida como pueblo de Dios y que participan en las funciones de Cristo, sacerdote, profeta y rey, realizando entonces, -(según su condición)-, la misión de todo cristiano.

En el curso de mi proceso de conversión tuve la oportunidad no sólo de vincular sino de ser incorporada a muchas comunidades eclesiales. De cada una aprendí “algo”, en favor de mis procesos humanos y crecimiento espiritual, así como también desde cada una se buscaba -buenamente- conducirme a Dios por la “recta doctrina”.
Todo eso está muy bien, es el Espíritu Santo quien obra y se mueve en la historia personal de cada uno y para ello nos necesita ¡en acción!

Sin embargo, en cierto momento, el recorrido no me permitía descubrir la riqueza de ser esposa y mamá dentro de la Iglesia, hasta el punto de dejarla opacar por un marcado clericalismo que iba en detrimento de mi identidad laical.

No pretendo extenderme en este punto; sólo quisiera colocar en relieve que para todos hay “un camino” en el que la perseverancia nos lleva a descubrir a un Dios de carne y hueso presente en nuestras realidades concretas, -siendo laicos-, y que no necesariamente está escondido en un oratorio.

Si bien es cierto que la vida contemplativa es el sostén de la Iglesia y que  somos afirmados por la oración y “los Sacramentos”, no deja de ser cierto que los laicos “de a pie” vivimos diariamente en presencia de Dios, desde la vocación que  libremente elegimos.

Es así como a los laicos nos corresponde siempre, como vocación propia, buscar el Reino de Dios, ocupándonos de nuestras realidades temporales, -ordenándolas según Dios-,  sin alejarnos de ellas.

Veo con preocupación y con ánimos de ocuparme cómo algunos fieles  pierden su identidad hasta llegar a una marcada clericalización que los lleva a equívocas pretensiones de querer vivir como si usaran sotanas y hábitos cuando en realidad deben llevar Jeans, tacones, zapatos o zapatillas bien puestas, tal y como se llevan las sotanas y los hábitos. Es  el “deber ser” que cada uno obre conforme a lo que le corresponda como misión.

Los laicos son el fermento de la masa y su accionar en el mundo es tan necesario que sin éste el apostolado de los pastores no podría obtener, en la mayoría de las veces, su verdadera eficacia que es, sin duda, encaminar a la Santidad. En tal sentido, nos referimos específicamente a la santidad de la Puerta de al lado, que  no procura heroicidad extraordinaria sino cotidianidad. Ahí, en el mundo, en nuestra realidad concreta, la descubrimos también y todo se vuelve “novedad”.

Y ha sido, precisamente, ¡un sacerdote! quien me ha ayudado a descubrir esa verdad: “Gaudete et Exsultate”.

 

 

 

 

 

Isabella Orellana

Locutora católica, esposa y mamá

@isaorellanal