¿Has escuchado alguna vez, en medio de una adoración eucarística o en misa de Corpus Christi, la canción «Tantum Ergo»? ¿Sabías que, en realidad, esa canción es solo la última parte de un canto más extensa: «Pange Lingua Gloriosi…»?
Si quieres saber más acerca de esto, te invito a que descubras en este artículo de Catholic Link la historia de este hermoso canto y de su inmensa riqueza espiritual.
Si quieres saber más acerca de esto, te invito a que descubras en este artículo la historia de este hermoso canto y de su inmensa riqueza espiritual.
El prodigio de Bolsena
Esta historia comienza con un milagro. Sucedió que, en el año 1263, en la ciudad italiana de Bolsena, había un sacerdote llamado Pedro de Praga.
Él dudaba acerca de la presencia del cuerpo de Cristo en la Eucaristía, así que realizó una peregrinación hasta roma para rezarle a Dios sobre la tumba de Pedro para que le diera alguna gracia que renovara su fe.
¡Y qué gracia le dio el Señor! Porque, cuando el padre Pedro volvió a Bolsena para celebrar misa, durante la consagración, la Eucaristía comenzó a gotear sangre, manchando todo el corporal.
El Papa Urbano IV recibió rápidamente la noticia, le fue enviado el corporal y al día siguiente de este magnífico milagro instituyó la fiesta que todos conocemos y celebramos como «Corpus Christi».
(Este corporal, por cierto, es una reliquia que aún hoy se encuentra expuesta en la catedral de la ciudad italiana de Orvieto).
Entonces, para honrar esta gran fiesta, el Papa le solicitó a san Buenaventura y a santo Tomás de Aquino que compusiesen cada uno la Liturgia de las Horas.
En total, santo Tomás compuso cinco himnos: «Adoro te devote», «Verbum Supernum Prodiens», «Lauda Sion Salvatorem», «Tantum Ergo» y (poniendo dentro de este canto el «Tantum Ergo») el que lo inicia «Pange Lingua Gloriosi...».
Dicen algunos historiadores que cuando el Papa leyó en voz alta el oficio hecho por Santo Tomás, ¡San Buenaventura rompió el suyo en pedazos!
Esto nos muestra la hermosa belleza que tiene este himno, la cual te voy a comentar a continuación.
«Pange Lingua Gloriosi…»
Está compuesto por seis estrofas. La primera empieza introduciendo los misterios de la Encarnación y de la Redención, así como la naturaleza divina de la realeza de Jesús.
«Canta, oh lengua, el glorioso misterio del cuerpo, y de la sangre preciosa en rescate del mundo, que el Rey de las naciones derramó, fruto de un vientre generoso».
La segunda hace énfasis a la Inmaculada Concepción de María, de cuyo cuerpo impoluto nos vino un Salvador sin mancha, quien nos deja su Palabra para acercarnos a Él:
«Nos fue dado, nos nació de una Virgen sin mancilla; y después de pasar su vida en el mundo, una vez esparcida la semilla de su palabra, terminó el tiempo de su destierro dando una admirable disposición».
Recuerda esta metáfora, «semilla de su palabra» a la semilla de mostaza que simboliza la fe (MT 17, 20), que parece pequeña, pero da el mayor fruto.
Además, la expresión «su destierro» rememora a Juan 18, 36, cuando Jesús dice que su Reino no es de este mundo. Así, esta expresión del himno nos muestra a Cristo como un Rey fuera de sus dominios, un Rey en destierro que se sacrifica para salvar a sus hijos caídos en desgracia.
Resulta curioso que, además, Santo Tomás termine diciendo «admirable disposición». Pareciera hacer eco del Génesis, cuando se nos dice que Dios, finalizado cada día, «vio que (lo que había hecho) era bueno» (Génesis 1, 4; 10; 12; 18; 21; 25; 31).
Santo Tomás une así la Creación del principio de los tiempos con la acción redentora de la Encarnación, porque ella ordena nuevamente lo que había sido desordenado.
La tercera y cuarta estrofa del «Pange Lingua»
Continúa el himno así:
«En la noche de la última cena, recostado a la mesa con sus hermanos, después de observar plenamente la ley sobre la comida legal, se da con sus propias manos como alimento para los doce».
¡Qué hermoso que los discípulos, hombres como nosotros, puedan llamarse del Señor «sus hermanos»!
La cuarta estrofa dice:
«El Verbo hecho carne convierte con su palabra el pan verdadero con su carne, y el vino puro se convierte en la sangre de Cristo. Y aunque fallan los sentidos, basta la sola fe para confirmar al corazón recto en esa verdad».
El tema expuesto del misterio de la transubstanciación (si, una difícil palabra) recuerda su inicio a Juan 1, 1 y a Juan 1, 14: el misterio del «Logos incarnatus», del Verbo hecho carne para cuya grandeza no son suficientes los sentidos sino la Fe.
Santo Tomás deja entrever acá algo esencial, muy propio de él: la Razón y la Fe se complementan mutuamente, pero la Fe es superior y llega a sitios donde nuestro intelecto no puede.
Quinta y sexta estrofa: el «Tantum Ergo»
La quinta estrofa nos exhorta así:
«Veneremos, pues, inclinados tan gran Sacramento; y la antigua figura ceda el puesto al nuevo rito; la fe supla la incapacidad de los sentidos».
Acá empieza el tan famoso Tantum Ergo. Se nos expone de este modo la novedad y la magnanimidad del sacramento instituido, poniéndolo en contraparte con el Antiguo Testamento.
Que «la antigua figura», el cordero pascual, el animal de sacrificio, «ceda el puesto al nuevo rito», a la Santa Eucaristía, a Dios hecho pan y recibido por nosotros, aunque no lo veamos por los sentidos, sino por la Fe.
Finalmente, concluye así el Pange Lingua en su sexta estrofa:
«Al Padre y al Hijo sean dadas alabanza y júbilo, salud, honor, poder y bendición; una gloria igual sea dada al que de uno y de otro procede. Amén».
¡Bendito y alabado sea el Santísimo Sacramento del altar, alimento de nuestras almas, Salvador de la Humanidad y fuente de toda nuestra esperanza!
Artículo elaborado por Thiago Rodríguez
Aquí te compartimos este himno cantando en español: