¿Imaginas un mundo sin la Resurrección?


Imagina por un momento un mundo donde todo hubiera culminado en el monte Calvario, donde la Cruz fuera el triste final, donde las promesas quedaran sin cumplir y las palabras de amor se desvanecieran en el aire. Nos encontraríamos sin esperanza, sin rumbo, como náufragos en un mar de incertidumbre. En ese escenario, la vida sería oscura, desprovista de sentido y sin un horizonte claro.

Pero la Resurrección nos ofrece una luz en medio de esa oscuridad. Nos invita a ser testigos de la vida que emerge de la muerte, de la esperanza que brota del sufrimiento. Debemos irradiar esa luz a todos, compartiendo la alegría de la Resurrección a través de nuestro testimonio.

La Resurrección no es solo el final de la historia del amor de Dios hacia nosotros, sino el comienzo de una nueva era de gracia y redención. Nos llama a vivir como auténticos testigos de su amor, llevando su luz a cada rincón de este mundo oscuro y necesitado.

¡Jesús vive! Y nos llama a ser testigos vivos de su Resurrección, a proclamar con nuestras vidas que la muerte ya no tiene poder sobre nosotros. Que nuestra tarea sea clara: “¡Sé testigo de la Resurrección!”