«Tenemos que realizar un amén a Dios por la gracia del sacerdocio», Mons. Martínez en su homilía de la Misa Crismal del Jueves Santo


En la mañana de este Jueves Santo, la Iglesia Catedral «San José» de Posadas se llenó de solemnidad y fervor mientras el obispo de la Diócesis de Posadas, Mons. Juan Rubén Martínez, presidía la Misa Crismal. Este acto litúrgico, uno de los más significativos del calendario católico, donde los sacerdotes renuevan sus promesas ante Dios y la Iglesia, atrajo a representantes de todas las vocaciones del Pueblo de Dios.

En su homilía, el obispo Martínez expresó su alegría por la oportunidad de celebrar la Misa Crismal, un momento que consideró como «la manifestación más clara del vínculo entre la comunidad y el sacerdocio». Destacó la presencia de diversos sectores de la Iglesia, desde los fieles laicos hasta los religiosos consagrados, diáconos y sacerdotes, todos unidos en esta celebración especial.

La Misa Crismal, explicó el obispo, «incluye la bendición de los óleos, entre ellos el Santo Crisma, y marca el inicio del Triduo Pascual, el periodo litúrgico más importante del año cristiano». En este contexto, los sacerdotes renovaron sus promesas sacerdotales, preparándose para acompañar a la comunidad en la conmemoración de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo.

Martínez destacó «la importancia de la Cena del Señor, donde se celebra la institución de la Eucaristía y del sacerdocio ministerial, así como la noche de la caridad, en la que se sacramentaliza el misterio pascual». Asimismo remarcó la centralidad del amor de Dios manifestado en la entrega de Jesús, «un amor que invita a los sacerdotes a seguir su ejemplo y donarse por completo a los demás».

En un tono de gratitud y reconocimiento, el obispo de la Diócesis de Posadas expresó su agradecimiento a Dios por el don del sacerdocio ministerial en la Iglesia. Reconoció el trabajo y la dedicación de los sacerdotes que, «día a día, entregan su corazón al servicio de la comunidad». Con especial emoción, mencionó el aniversario de sus propias ordenaciones sacerdotales y episcopales, agradeciendo a Dios «por la oportunidad de acompañar y formar a nuevas generaciones de sacerdotes».

Mons. Martínez también recordó a aquellos sacerdotes enfermos o impedidos que no pudieron participar en la celebración, pidiendo que «sean sostenidos por la oración y el afecto de toda la comunidad», haciendo especial mención, al Padre Raúl Merenda quien lamentablemente días atrás, falleció.

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La reflexión del obispo Martínez se extendió hacia la necesidad de «vivir el misterio pascual con autenticidad», reconociendo que «el amor verdadero implica sacrificio y entrega total». Además hizo hincapié en «la importancia de no perder de vista el significado profundo del sacerdocio, que consiste en imitar a Cristo en su donación total por la humanidad».

En este sentido, el obispo invitó a los sacerdotes a vivir la sinodalidad, es decir, «a trabajar en comunión con los demás miembros de la Iglesia, reconociendo la diversidad de dones y carismas». Subrayó la necesidad de «construir relaciones fraternas y colaborativas, basadas en el amor y el servicio desinteresado».

La homilía concluyó con un llamado a la «renovación interior y el compromiso con el Evangelio», recordando que «el verdadero camino hacia la felicidad radica en seguir los pasos de Jesús, quien entregó su vida por amor a la humanidad». En este contexto, el obispo Martínez instó a los sacerdotes a «abrazar la cruz como símbolo de amor y redención», recordando que «solo a través del sacrificio se alcanza la plenitud de la vida cristiana».