El compromiso de la libertad


Sobre la libertad, en uno de sus primeros escritos, diría san Juan Pablo II que el amor consiste en el compromiso de la libertad: es un don de sí mismo, y “darse” significa precisamente “limitar esa libertad en provecho de otro”. La limitación de la libertad podría ser en sí misma algo de negativo y desagradable, pero el amor hace que, por el contrario, sea positiva, alegre y creadora.

Considera la definición de libertad del Catecismo de la Iglesia Católica:

“La libertad es el poder, arraigado en la razón y la voluntad, de actuar o no actuar, de hacer esto o aquello, y así realizar acciones deliberadas bajo la propia responsabilidad”.

— CCC 1731

Unos párrafos más adelante, dice: “La libertad hace al hombre responsable de sus actos en la medida en que son voluntarios” (CIC 1734). Entonces, siempre que nuestras acciones sean voluntarias (y no estén forzadas o influenciadas externamente de alguna manera), nuestra libertad de hacer lo que queramos nos hace responsables de lo que hacemos.

El pecado como esclavitud

Desde el primer pecado del hombre, aquella primera vez que el hombre fue tentado por el diablo, desconfió de su Creador y abusó de su libertad, el hombre se ha visto inclinado al pecado y convocado a la batalla espiritual (CCC 405). Como humanos caídos, debemos tratar activamente de evitar el pecado y esforzarnos por alcanzar la virtud. Por supuesto, cuando oramos y pedimos gracia o asistimos a los sacramentos, esto se vuelve más fácil, pero no se puede negar que ser una buena persona es simplemente difícil.

Dios nos ha llamado a ser personas virtuosas y a rechazar el pecado, pero nos encontramos inclinados a lo que sabemos que no debemos hacer, ese es el mayor dolor por nosotros y por Dios. Nadie que conoce el gozo de una relación con Dios quiere estar encadenado al pecado. La adicción al pecado es la antítesis de la libertad.

Si creemos que Dios nos creó, nos ama y ha revelado cómo quiere que actuemos, tiene sentido que tengamos una vida mejor y más satisfactoria si elegimos hacer lo que Él nos dice que es bueno.

En este sentido, san Juan Pablo II, decía que “el hombre debe escoger el verdadero bien. En la obligación es donde la libertad de la voluntad se manifiesta plenamente. La voluntad ´debe´ seguir el verdadero bien, pero ´debe seguir´ implica ´puede no seguir´: debe seguirle precisamente porque puede no hacerlo”.

Por eso, añade: “la libertad está hecha para el amor. Si el amor no la emplea, si no la aprovecha, se convierte precisamente en algo negativo, da al hombre la sensación de vacío”.

Afortunadamente sabemos, que hemos sido llamados para vivir en libertad (Gal 5, 13).