Francesca Sabatinelli – Ciudad del Vaticano
Siguiendo el ejemplo de los Magos, los fieles están llamados a mantener “los ojos fijos en el cielo”, con “los pies en la tierra” y “el corazón postrado en adoración”. En la solemnidad de la Epifanía, el Santo Padre Francisco celebró la misa en la basílica de San Pedro, recordando el camino recorrido por los Reyes Magos para adorar al Niño Jesús, “el Rey que ha nacido”.
Son la imagen de los pueblos en camino en busca de Dios, de los extranjeros que ahora son conducidos al monte del Señor (cf. Is 56,6-7), de los alejados que ahora pueden oír el anuncio de la salvación (cf. Is 33,13), de todos los perdidos que oyen la llamada de una voz amiga.
Los ojos vueltos hacia el cielo
La de los Magos es “la peregrinación humana de cada uno de nosotros, de la distancia a la cercanía”. Los tres que vienen de Oriente emprenden el viaje “con los ojos dirigidos hacia el cielo”, explicó el Papa, con la “mirada atraída por los astros celestes”, no se quedan mirando la punta de los pies y replegados sobre sí mismos, “prisioneros de un horizonte terrenal, arrastrándose hacia abajo en la resignación o la queja”. “Levantan la cabeza” y la Estrella de Belén ilumina el sentido de sus vidas, “los atrae y les muestra el camino”, ésta “es la llave que abre el verdadero sentido de nuestra existencia”, para que siga permaneciendo iluminada.
Mirar la realidad desde lo alto
La mirada, enseñan los Magos, debe apuntar hacia arriba, hacia el cielo, porque de ahí viene la ayuda del Señor; también significa “aprender a ver la realidad desde arriba”, que es lo que necesita el cristiano en todas las etapas de su existencia.
Lo necesitamos en el camino de la vida, para que nos acompañe la amistad con el Señor, su amor que nos sostiene, la luz de su Palabra que nos guía como una estrella en la noche. Lo necesitamos en el camino de la fe, para que no se reduzca a un conjunto de prácticas religiosas o a un vestido externo, sino que se convierta en un fuego que arda dentro de nosotros y nos haga ser buscadores apasionados del rostro del Señor y testigos de su Evangelio.
Dios se revela en un Niño
Hay que recomenzar desde Dios, indicó el Papa, buscando en Él el valor de no detenerse “ante las dificultades”. Sino con la fuerza para superar los obstáculos, “la alegría de vivir en la comunión y la concordia”.
Los Magos, mirando hacia lo alto, también tienen “los pies en la tierra”, donde encuentran a Dios “en un Niño acostado en un pesebre”.
Caminar para dar testimonio del Evangelio
La fe es un don que nos impulsa a caminar por el mundo para ser “testigos del Evangelio”, siguiendo a Jesús, cuya luz abre “destellos de luz en la espesa oscuridad que envuelve tantas situaciones sociales”.
Dios está en el rostro de los más pobres
Ponerse en camino es lo que hacen los Magos, que buscan a Dios y “encuentran a un Niño en carne y hueso”.
Adorar a Dios que muere por amor
Ojos al cielo, pies en la tierra, con el “corazón postrado en adoración”, así los Magos “no se refugian en una devoción desligada de la tierra; se ponen en camino, pero no vagan como turistas sin rumbo”, y cuando llegan a Belén se postran y adoran al Niño, un rey venido para servir al hombre, “un Dios que se hizo hombre”.
El Papa Francisco pidió que se redescubra el gusto por la oración de adoración.
A Jesús ofrezcamos el don de nosotros mismos, concluyó el Papa, pidiéndole “la gracia de no perder nunca la valentía: la valentía de ser buscadores de Dios, hombres de esperanza, intrépidos soñadores que escrutan el cielo, la valentía de la perseverancia en el caminar por los caminos del mundo, con el cansancio del verdadero camino, y la valentía de adorar, la valentía de mirar al Señor que ilumina a todo hombre, que el Señor nos dé esta gracia, sobre todo la gracia de saber adorar”.