Una Navidad más humana…


En una de las catequesis de esta semana el Papa Francisco expresó que la Navidad debiera suscitar en nuestro corazón una actitud de volver a poner en el centro a “las personas no a las cosas”. Es una llamada de atención para todos, una oportunidad para reflexionar sobre con qué ojos estamos contemplando el pesebre, con qué corazón estamos preparando la venida de nuestro Jesús.

El pesebre es la expresión clara de una realidad. Una realidad actualizada en los tiempos que nos tocan vivir. El pesebre es expresión de un amor, tan grande, que lleva al extremo la humildad de Dios hasta hacerse hombre para abrazar la vida de cada uno de nosotros. El pesebre es una expresión de fe absoluta, de confianza, de capacidad de entregar la vida a la voluntad de un Dios que es Padre y no abandona. María y José son testimonio de ello. Pero, por sobre todo, el pesebre es una “escuela de sobriedad”, un lugar de sencillez y pobreza de donde tenemos mucho que aprender aun.

Estamos caminando los últimos días del adviento, y puede que las luces de colores, nos hayan distraído el corazón. Puede que aún no hayamos mirado hacia el costado, que no hayamos sido compasivos con quienes más sufren y están incluso a nuestro lado. Puede  que se nos haya nublado la capacidad de asombro ante lo maravilloso de la vida de Dios que se hace presencia en el niño de Belén.

La sobriedad y la sencillez en la que nace Jesús nos interpela a limpiar el corazón para reconocerlo en aquellas realidades sufrientes que hoy viven tantas injusticias y privaciones. A dar gracias por cuanto nos regala y nos ha regalado. A ponernos en acción con gestos concretos de caridad que hagan sentir más humanos, más dignos a nuestros hermanas y hermanos. La humanidad de Jesús es fuente de humanidad para cada uno de nosotros. Y, sin dudas, que aún nos queda mucho camino por recorrer al respecto, más humanos, menos egoístas y materialistas. Más humanos al estilo de Jesús, maestro de humanidad.

Ojalá que la pequeñez del niño de Belén nos derrita las durezas del corazón con su ternura para que vueltos a nacer por gracia de Dios en esta Navidad seamos testimonios vivos de que la humanidad de Jesús es portadora de un amor que abraza a todos sin excluir a nadie.

Amén

Por Claudia Enríquez