Allí, el Santo Padre se refirió al conocimiento, los avances de la técnica, la sensación de ser y tener, el riesgo de que el hombre se deje aplastar por las máquinas perdiendo el contacto con la realidad y la capacidad de cultivar el espíritu. También hizo referencia al peligro de “esas ideologías portadoras de una falsa idea de libertad y a lo que vivió Hungría, que fue testigo de la sucesión de ideologías que se imponían como verdades, pero que no daban libertad”.
«Aún hoy» -afirmó- “el riesgo no desapareció: pienso en el paso del comunismo al consumismo. En común ambos ‘ismos’ contienen una falsa idea de libertad; la del comunismo era una ‘libertad’ forzada, limitada desde fuera, decidida por otro; la del consumismo es una ‘libertad’ libertaria, hedonista, aplanada sobre sí misma, que esclaviza a los consumos y a las cosas”.
Francisco afirmó que “es fácil pasar de los límites impuestos al pensar, como en el comunismo, al pensar sin límites, como en el consumismo y de una libertad frenada a una libertad sin frenos”. “Jesús enseña que es la verdad lo que libera al hombre de sus dependencias y de sus cierres», señaló el Papa, y agregó que “la clave para acceder a esta verdad es un saber nunca desconectado del amor, relacional, humilde y abierto, concreto y comunitario, valiente y constructivo”.
El papa también dijo que la cultura es como “un gran río” que “permite navegar en el mundo y abrazar países y tierras lejanas, sacia la mente, riega el alma, hace crecer a la sociedad”. “La misma palabra cultura deriva del verbo cultivar. El saber conlleva una siembra cotidiana que, penetrando en los surcos de la realidad, da fruto”, señaló el obispo de Roma.
Seguidamente, el pontífice citó a Romano Guardini, quien se refirió a dos modos de conocer: uno de ellos es el que “conduce a sumergirnos en las cosas y su contexto”, y otro que “consiste en aprehender, descomponer, clasificar, tomar posesión del objeto, dominarlo”. Este último, dijo, en que «las energías y la materia fueron conducidas hacia un fin único: las máquinas».
En esa sintonía, el Papa aclaró que Guardini “no demoniza la técnica, que permite vivir mejor, comunicar y tener muchas ventajas, sino que advierte el riesgo de que esta se vuelva reguladora, si no dominadora, de la vida”, e invitó a pensar, entre otras cosas, “en la crisis ecológica, en la naturaleza que simplemente está reaccionando al uso instrumental que le hemos dado”.
También aseguró que ese riesgo se refleja “en la soledad de los individuos que muy ‘de redes sociales’ pero ‘poco sociales’”, que recurren a la técnica “para llenar el vacío que experimentan, corriendo de manera aún más frenética mientras, esclavos de un capitalismo salvaje, sienten de manera aún más dolorosa las propias debilidades, en una sociedad donde la velocidad exterior va a la par de la fragilidad interior».
Frente a ese panorama, el Papa llamó a reflexionar respecto de la “arrogancia de ser y de tener”, donde el “paradigma tecnocrático exaspera, con un cierto uso de los algoritmos que puede representar un ulterior riesgo de desestabilización de lo humano». De hecho, citando a Benson, el Papa advirtió sobre “ideologías opuestas” que convergen “en una homologación que coloniza ideológicamente”.
“El hombre, en contacto con las máquinas, se achata cada vez más, mientras la vida común se vuelve triste y enrarecida”, continuó el pontífice, que ante tal panorama, pidió que la universidad sea un lugar donde el pensamiento “nazca, crezca y madure abierto y sinfónico, el ‘templo’ donde el conocimiento está llamado a liberarse de los límites estrechos del tener y del poseer para convertirse en cultura, es decir, en ‘cultivo’ del hombre y de sus relaciones fundamentales: con el trascendente, con la sociedad, con la historia, con la creación”.
El Papa recordó lo afirmado por el Concilio Vaticano II, en el que ‘la cultura debe estar subordinada a la perfección integral de la persona humana, al bien de la comunidad y de la sociedad humana entera. Por lo cual es preciso cultivar el espíritu de tal manera que se promueva la capacidad de admiración, de intuición, de contemplación y de formarse un juicio personal, así como el poder cultivar el sentido religioso, moral y social’.
Francisco dijo que la cultura “nos acompaña en el conocimiento de nosotros mismos”, que significa “saber reconocer los propios límites y, en consecuencia, frenar la propia presunción de autosuficiencia”, al tiempo que afirmó que esto «hace bien, porque es sobre todo reconociéndonos criaturas cuando nos volvemos creativos, sumergiéndonos en el mundo, en vez de dominarlo».
Finalmente, deseó que esa universidad, junto con todas las demás, sean centros de universalidad y de libertad, “una fecunda obra de humanismo, un taller de esperanza”.
Fuente: AICA