La casa es el ámbito por excelencia de la memoria. Al rememorar, repetir, escuchar y reconocer el pasado podemos volver a actualizar aquellas vivencias que conforman nuestro ADN común, eso que nos une, que compartimos.
Como pueblo hacer memoria de nuestra historia común nos permitirá reforzar los lazos de fraternidad y corresponsabilidad en el cuidado de nuestra Patria, de nuestra Nación, que desde la confluencia de los ríos Grande de San Juan y Mojinete hasta el Cabo San Pío en la isla Grande de Tierra del Fuego y desde el Hito V al Parque Nacional Los Glaciares, no deja de recordarnos que una familia que olvida su pasado está destinada a repetir los mismos errores y a olvidar el valor y el coraje de quienes con su vida hicieron memorable su nombre.
Pero también la casa es el lugar donde nos reconocemos como semejantes y cuidamos unos de otros, especialmente a los más frágiles y vulnerables. Por eso no podemos no sentirnos interpelados en este tiempo que vivimos por aquellos que despojados de todo han quedado a la intemperie de la existencia. Una casa no es suficiente, es necesario cultivar un hogar y esto implica crecer en vínculos sanos de amor, de encuentro y diálogo fraterno entre nosotros. Las antinomias ideológicas, los mezquinos intereses sectoriales y la marginación de tantos solamente se podrán superar cuando descubramos que en el otro se encierra una posibilidad de vida para todos.
Cuando superando prejuicios, discusiones estériles, acostumbramiento a la impunidad y falta de compromiso por el Bien Común busquemos trabajar y contribuir desde el lugar que estamos por hacer de Nuestra Patria no solo una casa sino también un hogar.
Pbro. Alonso Freiberger