Hubo un tiempo no tan lejano en el cual la Argentina podía vivir y crecer sin la necesidad de tirarle un salvavidas a las franjas sociales con menos recursos. Sin embargo, el devenir de nuestra historia económica, las crisis recurrentes, terminaron por hundir en la pobreza a un tercio de la población. Fue entonces, hace ya 10 años, que se instrumentó la Asignación Universal por Hijo, un programa que por sus características surgía innovador por estas pampas. El balance de la década queda en manos de Agustín Salvia, director del Programa de la Deuda Social Argentina de la Universidad Católica y mentor de un documento especial que la entidad elaboró a propósito del aniversario.
-¿Podría pensarse la Argentina actual sin la AUH? ¿Cuál sería el escenario?
-Si pudiésemos construir la Argentina de esa naturaleza, muchos de los problemas sociales que nos afectan de manera estructural se habrían resuelto. Es decir, si la población que hoy recibe un programa como la Asignación Universal por Hijo o algún otro programa social, que se constituye en el 34% de los hogares, un tercio de los hogares de la Argentina, no lo necesitaran es porque tendrían trabajo. Un trabajo formal que les daría un salario familiar, les permitiría acceder a la canasta alimentaria y a un conjunto de bienes y servicios mínimos sociales sin asistencia pública gracias a su trabajo. Y, eventualmente, acceder a servicios públicos como salud y educación de calidad. Esa Argentina yo no sé si es factible, pero no necesitaría la Asignación Universal por Hijo.
-¿Hoy en día es un instrumento indispensable para una franja social?
-Hoy por hoy, sin este sistema de ayuda y asistencia pública, duplicaríamos el número de indigentes. Podríamos escalar hasta un casi 20%, 9 millones de habitantes de la Argentina en situación de pobreza extrema.
-Hubo una Argentina no tan lejana en la que no había planes sociales. ¿Cuál fue la bisagra que provocó que exista una franja social que requiera de esta asistencia para subsistir?
-Fue creciendo el grupo social que requirió de asistencia sistemáticamente desde la década del "70 a la fecha. Desde la dictadura, pasamos por la crisis de estancamiento e inflación de la recuperación de la democracia, los programas de revolución y reestructuración productiva de los "90 y llegamos a la crisis de la Convertibilidad en 2001. Ya ahí teníamos 300.000 o 400.000 familias asistidas por un programa social. Lo que ocurre hoy es que ese número se elevó y oscila entre 3 y 4 millones de hogares. ¿Qué pasó, incluso en un contexto de recuperación económica importante como fue la primera década del siglo XXI, para llegar a esta situación? Lo que ocurre es que no se está creando trabajo. Hay crecimiento económico pero con mínima creación de empleo. Y esto no sólo porque ha habido un cambio tecnológico sino porque no hay inversión. Y porque el sector de la pequeña y mediana empresa, que es el gran motor de la creación de empleo, está empobrecido. Lucha día a día con su propia capacidad de trabajo, contratando trabajadores en negro o directamente no contratándolos.
-Después de tantos años de carencias, su pudiésemos imaginar un boom de empleo, ¿estarían estas personas en condiciones de insertarse en el mercado laboral?
-Depende de la rama de actividad. Si hablamos a un boom vinculado a la siderurgia, a la industria elaborada, compleja, química, obviamente que no. Porque incluso nos está faltando fuerza de trabajo calificada para esos sectores. Pero si el boom tuviese que ver con la construcción, en servicios de cuidado, en saneamiento ambiental, en desarrollo y construcción de viviendas, en la construcción de infraestructura social como caminos o pozos de agua o fuentes de energía, tendríamos una mano de obra disponible para crear riqueza. Ahora, no hay ni la inversión pública ni privada suficiente. También podría haber un boom vinculado a la micro empresa, asociada a la producción de productos artesanales, gourmet, de alimentación. Se podría producir el boom en zonas rurales, si se produjeran más huertas de hortalizas o viveros para la forestación. Todo eso requiere de más trabajo, pero no es un trabajo altamente calificado.
-¿Faltan también políticas que orienten hacia eso?
-Claro. Ha habido experiencias focalizadas, experiencias piloto, pero nunca han sido con una masividad que requiere crear el boom de buenos empleos. No es que todo el mundo pobre está desempleado, es al revés. Buena parte del mundo pobre está ocupado. Tenemos el 30% de la población trabajadora pobre. El problema no es que son pobres porque no trabajan sino que trabajan y siguen siendo pobres. Ocurre que requieren trabajos ya no de limpiavidrios sino tareas más productivas.
FLEXIBLE
-Se flexibilizaron las condiciones para recibir la AUH en cuanto a límites de hijos, que ya no existe, y en la cantidad de años de residencia para extranjeros, que pasó a ser de dos. ¿Qué opina al respecto?
-Siempre que ampliemos los derechos de una protección social es positivo. ¿A qué se debe? ¿Por qué se tomaron esas medidas? Diría que fue con un criterio político y económico. Desde lo político, era un año electoral y había que extender beneficios en un contexto de burbuja electoral. Y desde lo económico había que inyectar más demanda de consumo para que dinamizara la economía.
-¿Cuánto se percibe por hijo?
-Por hijo o hija son $ 6.375. Eso tiene un descuento del 20% que se cobra al final del año. A eso se complementa la tarjeta alimentaria, que son $ 2.000.
-Hay condiciones que cumplir vinculadas a educación y salud. ¿Se suspende el beneficio cuando no se cumplen los requisitos?
-Esto era así hasta hace poco. Incluso en los gobiernos anteriores se efectuaron suspensiones del beneficio frente al incumplimiento de cuando, por ejemplo, el adolescente no asistía a la escuela o no se cumplía la pauta sanitaria. Eso forma parte de la contraprestación, tener la libreta sanitaria y el registro de escolaridad al día. Por mucho tiempo eso funcionó. Entiendo que en contextos de crisis eso no se ha hecho. No se da de baja. En distintos momentos, pero de manera no pública sino reservada, los gobiernos han tomado decisiones en torno a suspender o no el beneficio. Han tenido más laxitud en contextos de crisis. Cuando era importante en el contexto Covid o como ahora que la población recibiera ingresos, no se suspendía la AUH.
-Uno de los requisitos para ser beneficiario es estar desempleado o tener un trabajo no registrado. ¿Eso termina finalmente condicionando la búsqueda de un empleo en blanco?
-No. Mi respuesta es no, pero quiero explicarla. El problema no está en que ese ingreso no condicione la búsqueda laboral, claro que la condiciona. Claro que condiciona la aceptación de un empleo. Pero condiciona sobre la base de un mal empleo. Si alguien le ofrece a un beneficiario de estos programas un salario de $ 15.000 por mes, ¿por qué lo va a tomar si con sus dos hijos ya recibe esos $ 15.000 o más? Cuando el trabajo que se le ofrece es de muy bajo ingreso, los beneficiarios no lo aceptan, aunque sean en blanco.
-La metodología apunta a que lo cobren las madres. El 96% de las titulares son mujeres.
-Y eso ha funcionado muy bien. Más allá de críticas de alguna manera sexistas o feministas vinculadas al tema, la prioridad ha sido depositar ese dinero en alguien que va a administrar lo mejor posible el beneficio. Hoy por hoy en la Argentina, aunque querramos que exista una economía administrada de una forma más compartida, en los hogares más pobres es la mujer la que está al frente. Querer inventar cualquier otra cosa en ese contexto no va a funcionar.
LA MACRO
-El documento difundido por la UCA muestra cierta volatilidad del beneficio de la AUH, que cubre menos necesidades que en el inicio. ¿Se debe a los problemas macroeconómicos de la Argentina o pesa en esto cierta voluntad política de apoyar o no esta herramienta?
-No, ha sido el efecto de la situación macroeconómica argentina. Y si uno tuviera que hacer foco en algo más puntal hay que decir que en los momentos en que se ajusta la prestación contra la inflación, siempre es por debajo. Siempre tardíamente, por lo cual existe un rezago de pérdida, un deterioro que persiste. Esta situación tiene que ver con las condiciones macroeconómicas pero no descarto que quienes administran las finanzas públicas evalúen que de este modo producen un ajuste real al gasto. Esto ha ocurrido no sólo con esto sino también con las jubilaciones y los salarios del sector público.
-Usted, en el informe, llega a la conclusión de que la AUH tuvo un rol clave en paliar la indigencia pero no tanto en morigerar la pobreza. ¿Por qué?
-Así es. El impacto fue más fuerte sobre la indigencia. Porque salir hoy de la pobreza requiere de $ 78.000 mensuales. Pero salir de la indigencia es otra cosa. Supongamos que la familia tiene dos hijos, más la tarjeta Alimentar, llega a $ 18.000. Una familia tipo para salir de la pobreza necesitaría de $ 60.000 más, y ningún trabajador informal reúne $ 60.000 por mes. Pero para salir de la indigencia le alcanza. Tener una Asignación Universal de $ 15.000, más lo que genere haciendo changas, le alcanza para abandonar la indigencia.
Fuente: La Prensa