El Adviento es un periodo de preparación y reflexión que precede a la Navidad. Ante esta práctica, surge a menudo la pregunta: ¿Existe un fundamento bíblico para este tiempo de cuatro semanas? La respuesta de las fuentes católicas es que, aunque el término «Adviento» (del latín Adventus, que significa «venida») no está en las Escrituras, su doctrina y práctica están profundamente arraigadas en la Palabra de Dios y en un desarrollo histórico que se remonta a los primeros siglos.
Un apéndice histórico: el desarrollo del Adviento
La estructura y duración del Adviento es producto de un desarrollo litúrgico que se formalizó a lo largo de los primeros siglos del cristianismo.
El Adviento comenzó a perfilarse como un tiempo distinto a partir del siglo IV, principalmente en las regiones de Hispania y las Galias. Inicialmente, se estableció como un periodo de carácter ascético y penitencial, similar a la Cuaresma, buscando que los fieles se prepararan para la Epifanía (6 de enero) y la Navidad mediante la oración y la penitencia.
El Concilio de Zaragoza (380 d.C.): Este concilio es una de las primeras referencias formales, donde se estableció que los fieles debían asistir diariamente a las celebraciones eclesiales desde el 17 de diciembre hasta el 6 de enero, lo que inicialmente marcó una duración de seis semanas.
Las prácticas variaron en las distintas iglesias (Milán, Inglaterra, Galia) hasta que el tiempo fue introducido en la liturgia romana. Fue el Papa San Gregorio Magno (finales del siglo VI) quien redujo el Adviento a su duración actual de cuatro semanas. Al hacerlo, acentuó el carácter gozoso de la espera de Cristo, tanto en su nacimiento como en su retorno glorioso, consolidando la doble dimensión del Adviento que se vive hasta hoy.
El triple fundamento bíblico del Adviento
La Iglesia Católica basa la práctica del Adviento en una triple dimensión de la venida de Cristo, todas ellas sólidamente respaldadas por la Biblia:
1. Recordar el pasado: la primera venida (Encarnación)
El Adviento se centra en contemplar y celebrar la venida histórica de Jesús, su nacimiento en Belén, tal como lo narran los Evangelios de Mateo y Lucas. Los relatos bíblicos de la Natividad, la Anunciación a María y el sueño de San José son la base de la segunda parte del Adviento (del 17 al 24 de diciembre), recordando al Señor que vino «en la carne, lleno de humildad y pobreza material».
2. Vivir el presente: la presencia de Cristo en nosotros
El Adviento es un llamado a la vigilancia constante y a la conversión para recibir a Jesucristo en el presente de nuestra vida diaria. La exhortación a la vigilancia proviene directamente de Jesús: «Estad atentos, vigilad: pues no sabéis cuándo es el momento» (Marcos 13, 33). El énfasis en caminar en la justicia y el amor es central en toda la enseñanza de Cristo.
3. Preparar el futuro: la segunda venida (Parusía)
El periodo litúrgico es un tiempo de preparación para la Parusía, o la venida de Cristo en la «majestad de su gloria» al final de los tiempos, como Juez. El primer enfoque del Adviento se basa en las profecías escatológicas (sobre el fin de los tiempos) de Cristo, cumpliendo el sentido vivencial de la fe y la esperanza cristiana.
Personajes y lecturas que cimentan la fe
La forma más evidente en que el Adviento se apoya en la Biblia es a través de las lecturas litúrgicas que la Iglesia propone:
El profeta Isaías: Las lecturas del profeta Isaías son la fuente principal de las primeras lecturas, reviviendo la larga espera de Israel. Sus profecías se cumplen en Cristo, como el anuncio de la señal: «He aquí que la virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel» (Isaías 7, 14, citado en Mateo 1, 23).
Juan el Bautista: Domina el segundo y tercer domingo. Su predicación es la voz que llama a la conversión para preparar el camino del Señor, citando el libro de Isaías: «preparar los caminos del Señor, allanar sus senderos» (Mateo 3, 3).
María y José: En el último domingo, la atención se centra en la inminente Encarnación. La obediencia de María con su fiat («Hágase en mí según tu palabra», Lucas 1, 38) y la fe de José (Mateo 1, 24) son el modelo de la preparación inmediata para la llegada de Dios a la vida humana.
Aunque el Adviento se estableció formalmente a partir del siglo IV, su contenido doctrinal y sus ejes temáticos (la vigilancia, la conversión, la esperanza en la doble venida de Cristo) son esencialmente bíblicos. El Adviento es la forma en que la Iglesia ordena la Palabra de Dios para que el creyente pueda experimentar en tiempo presente el misterio del amor de Dios hecho hombre.

