En el marco del programa “Con un oído en la escuela”, que se emite por Radio Tupambaé y es producido por la Junta de Educación Católica junto con la Secretaría Episcopal para la Educación Católica de la diócesis de Posadas, se abordó un tema central en la vida educativa actual: la resolución de conflictos en adolescentes y jóvenes.
La invitada de esta edición fue la profesora y abogada Dahiana Franco, asesora jurídica y docente en colegios secundarios de gestión estatal y privada, además de en la Universidad Católica de Santa Fe. Franco, que también es madre, ofreció una mirada integral sobre la importancia de comprender y acompañar las situaciones de conflicto que atraviesan los estudiantes.
“Cuando hablamos de conflicto solemos asociarlo con algo negativo, pero en realidad se trata de la coexistencia de distintos puntos de vista e intereses, algo normal en la vida social y que puede generar procesos de construcción enriquecedores”, indicó.
En este sentido, destacó que el desafío radica en cómo se resuelven los conflictos, más que en su existencia. “El primer paso es reconocer que hay diferencias, identificar cuáles son los intereses en juego y buscar acuerdos. Muchas veces los hechos son percibidos de manera distinta por cada estudiante, pero eso no significa que una versión sea falsa y la otra verdadera”, remarcó.
Franco advirtió que en el ámbito educativo suele responsabilizarse únicamente a las instituciones por los hechos de violencia o enfrentamientos entre jóvenes. Sin embargo, recalcó que la escuela no reemplaza a la familia, sino que la complementa. “El estudiante llega a la escuela con una historia, con valores, con vínculos. La institución acompaña, detecta, enseña, pero no puede suplir la función de la familia. Por eso es fundamental que ambas trabajen juntas y que exista apertura de los padres al diálogo”, subrayó.
La especialista también resaltó la importancia de la escucha y la observación como herramientas clave para los adultos que acompañan a los adolescentes. “Muchas veces los jóvenes se acercan a contar algo, pero si no prestamos atención o minimizamos sus sentimientos, cerramos un espacio de confianza. El docente, el preceptor o el directivo deben estar atentos a los cambios de conducta y generar las condiciones para que los chicos puedan expresarse”, precisó.
Asimismo, subrayó la necesidad de contar con equipos interdisciplinarios que apoyen a las instituciones educativas en la detección y acompañamiento de los estudiantes que atraviesan situaciones complejas, y apeló al compromiso de las familias para sostener las acciones que se desarrollan en la escuela.
Además, recalcó que los adultos son los primeros responsables en el abordaje de los conflictos: “No se trata de buscar culpables, sino de comprender que los adolescentes están en proceso de formación y necesitan herramientas para crecer. Resolver conflictos implica escuchar, observar, trabajar en equipo y, sobre todo, acompañar con coherencia desde la escuela y desde la casa”.
Detrás de cada adolescente hay muchos adultos

En la segunda parte de la entrevista se profundizó en el papel que cumplen los adultos frente a las problemáticas que atraviesan los jóvenes en el ámbito escolar y social.
La profesora y abogada Dahiana Franco señaló que, al hablar de conflictos en la adolescencia, “siempre tenemos que mirar al adulto. No podemos verlos como si fueran los únicos responsables, porque detrás de cada adolescente hay muchos adultos. Nuestra función es escucharlos, acompañarlos y ver qué está sucediendo”.
En este sentido, advirtió que muchas veces los comportamientos conflictivos se vinculan a consumos problemáticos u otras influencias externas, lo que exige un abordaje integral. “Como sociedad, más allá de la institución, debemos identificar esas situaciones. Aquí surge la necesidad del trabajo conjunto entre la familia y la escuela”, afirmó.
Uno de los puntos centrales expuestos fue el riesgo de caer en la búsqueda de culpables. Franco explicó: “La escuela a veces dice que los problemas vienen de la casa, y los padres señalan al club o a los docentes. Nadie quiere ser responsable, cuando en definitiva todos lo somos en alguna medida. Lo importante es diseñar estrategias de resolución, independientemente de quién cargue con la culpa”.
La especialista remarcó que los adultos deben predicar con el ejemplo: “Si constantemente señalamos que la responsabilidad es de otro, lo que inculcamos es la costumbre de culpar y no de asumir errores. Si actué mal, tengo que reconocerlo. Esa es la primera enseñanza que podemos dar a los jóvenes”.
Acompañamiento y respeto, claves de prevención
Franco enfatizó que el acompañamiento familiar e institucional es la primera herramienta de prevención. “No se trata de dejar a los chicos solos en sus actividades. Los padres deben verificar dónde concurren sus hijos y observar cómo se comportan en diferentes contextos. Ahí surgen las alertas tempranas de los conflictos”, señaló.
Asimismo, destacó que el respeto mutuo y la empatía son valores esenciales: “Un chiste nunca es inocente si hiere al otro. Debemos enseñar que la burla sobre el aspecto físico o aquello que molesta a una persona no es un juego. El respeto es la base de toda convivencia”.
Responsabilidad de los actos y acuerdos escolares
Otro de los ejes abordados fue la importancia de enseñar a los jóvenes a asumir la responsabilidad de sus actos. “Muchos creen que lo que sucede en la secundaria queda allí, pero hoy todo queda registrado y puede tener consecuencias en la vida adulta, incluso en el ámbito laboral. Si de adolescentes no se hacen responsables, difícilmente lo harán de adultos”, advirtió Franco.
En ese marco, valoró la función de los acuerdos escolares de convivencia, instrumentos que —cuando se construyen con la participación de toda la comunidad educativa, incluidas las familias— fortalecen la formación ciudadana. “Los acuerdos no deben aplicarse solo cuando benefician a mi hijo. Todos deben respetarlos, porque preparan a los jóvenes para vivir en sociedad”, precisó.
El uso responsable del lenguaje

En el cierre de la entrevista, Franco llamó a ser prudentes con las palabras. “No todo conflicto es bullying. El acoso escolar implica una violencia reiterada y sostenida en el tiempo, con los mismos actores. Usar el término de manera inadecuada puede obstaculizar la mediación y agravar los problemas. Debemos ser responsables también con el lenguaje”, concluyó.

